Ministerio de la Escucha

Volver al taller de Nazaret, escuela de Escuchador para Jesús

Referencia: Instrumentum Laboris del Sínodo de la Sinodalidad, 18.
Jesús fue trabajador, artesano de la construcción en el taller de madera de su padre José, en Nazaret. Allí cumplió el mandato que Dios había dado a su pueblo, en el camino a su libertad: ‘Shemá Israel’ (Dt 6,4). La escucha de Dios en la historia fue el mandamiento primero y Jesucristo lo desarrolló escuchando a su familia y vecinos en su vida íntima, intuyendo el misterio de Dios desde ese servicio de la escucha desnuda.

 Ese primer servicio, es un ministerio fuente, inseparable del ministerio de la palabra: escuchar para poder pronunciar la Palabra, sin traer su Nombre en vano. Primero estuvo la escucha, luego la vida pública y allí otra vez la escucha: Jesús grita de júbilo cuando vuelven los 72 con lo que ha visto y oído de los signos de Dios en sus hermanos (Lc 10,21). El arte de escuchar y preguntar, en el maestro Jesús fue evidente, de poder conmoverse como con la Sirofenicia y pronunciar otra palabra nueva luego de haber recibido la voz del otro. Jesús, nuestro maestro escuchador, el primer ministro de la escucha. 

En continuidad con las primeras comunidades 

Referencia: Instrumentum Laboris del Sínodo de la Sinodalidad, 22 y 25.

La fe cristiana habita las tensiones de la existencia humana, en Dios que se ha hecho hombre y en cada tiempo, mediante la vida de las comunidades creyentes. La Pascua de Cristo, es también la Pascua del Éxodo y las Pascuas que se despliegan a lo largo de la historia, donde Dios pasa en medio de su pueblo. Esta experiencia, es la savia más profunda de la Tradición. La fe judeocristiana vive de narrar estas historias y actualizarlas en su vida, en su camino, en su experiencia de que Dios nunca los abandona. 

El ministerio de la escucha se presenta entonces como una continuidad con las primeras comunidades que se juntaron a contar las experiencias de cómo Dios había resucitado a Jesús, cómo la vida vencía a la muerte en cada territorio, desde el poder del amor. Allí nació el Evangelio, la Buena Noticia eterna de Jesús, que hoy sigue presente en medio de las comunidades. Escucharla, en el lenguaje de cada pueblo, es recuperar el corazón narrativo de la tradición cristiana, es atreverse a las nuevas formas que el Espíritu adopta en las lenguas del mundo. Es por esto, que el ministerio de la escucha vuelve borrosa la antigua división de ministerios ad intra y ad extra de la Iglesia, por eso es ministerio fuente y primero. 

El ministerio de la escucha: una labor comunitaria 

Referencias:
Doc. Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, 316 y 317.
Doc. Síntesis para la fase continental del Sínodo de Sinodalidad, 29 y 30.


La escucha de las palabras es un ministerio fuente: servicio que intuye el misterio de Dios en las voces de cada pueblo, lectura popular de los signos de los tiempos (Gaudium et Spes, 4). En la narración de la vida, en primera persona, de los más pobres, está contenido el Sensus Fidei (Evangelii Gaudium 198), la intuición creyente para leer el mundo, la identificación con el Cristo sufriente y resucitado.

Las comunidades eclesiales de base, las pequeñas comunidades organizadas en las periferias y entre los más pobres y descartados, han desarrollado esta práctica sinodal basada en tener un oído en el pueblo y otro en el Evangelio, como supo decir el Beato mártir Monseñor Angelleli. En esa formulación, es fundamental afinar la escucha directa de lo que los hermanos sienten y viven, para luego resonar profundamente con la Tradición bíblica, y volver a la realidad pastoral con renovado espíritu. 


El ministerio de la escucha está renovando la Iglesia sinodal. Experiencia actual

Hoy en día, jóvenes en Paraguay, formados por años en el ‘arte de escuchar’, se han denominado ‘Henduhára’, voz guaraní que quiere decir ‘Escuchador’, quien aprende en el acto de escuchar. Este ministerio eclesial quiere ser un servicio para toda la Iglesia: escuchar como momento primero del evangelizar. La sinodalidad que están construyendo estos jóvenes, con rostro guaraní, da cuenta de la lengua de su pueblo, de sus sabores y dolores, recuperando la tradición de la educación popular en la cual todos tienen algo para enseñar y algo para aprender. 

Resulta fundamental reconocer, acompañar y formar en el ministerio de la escucha, unido al de la Palabra, pero con renovado acento, para que escuchadores de todos los pueblos, puedan hacer oír la voz diversa de las comunidades, la profecía colectiva que hoy encarna el grito de la tierra y de los excluidos, la sabiduría popular que siempre ha fortalecido la tradición sapiencial de la fe cristiana. Este será un paso de maduración en la fe, desde el santo Pueblo fiel de Dios. Ministros de la escucha para reordenar las parroquias, para invertir la lógica colonial de enseñar-predicar, por un escuchar-aprender-intuir a Dios, desde la voz de los más callados de las comunidades.

Una Iglesia que reconoce el ministerio de la escucha, corazón de la tradición narrativa de nuestra fe, ayuda a la trasmisión del núcleo de la fe, evita el clericalismo al validar todas las voces, construye rondas sinodales de escucha donde Dios se revela desde cada vida, desde las voces más improbables. Este es un ministerio contra la sobre-ideologización de nuestra era, para volver a Dios desde los descartados. 

Recomendaciones

Proponemos la institución del ministerio de la escucha, —ya vivido de facto en Paraguay— así como otros ministerios laicales que puedan surgir como son cuidador/a de la casa común, acompañantes de la salud mental, criadores del tejido social, entre otros.