“No hay nada escondido que no deba ser descubierto, ni nada tan secreto que no llegue a conocerse y salir a la luz” (Lc 8,17)

El anhelo de dar buena imagen y ocultar lo negativo, es parte de nuestro modelo relacional ordinario, en la familia, la sociedad y la iglesia. Eso se podría traducir en cierta espectacularidad en nuestras palabras, gestos y acciones, a la vez que mucha doblez a la hora de manifestar lo que somos o lo que queremos que los demás vean o escuchen.

Cuando una persona se siente vulnerable, con cierto complejo de inferioridad o con falta de credibilidad -para defenderse-, trata de mostrar la mejor imagen. En vez de responder a la verdad interior, trata de proyectar una imagen exterior. Por eso la “credibilidad, asertividad y transparencia” son valores demasiado escasos en el mundo de la virtualidad y de la tormentosa avalancha de mensajes reactivos.

El Papa Francisco nos dice que "el corazón no se puede 'photoshopear', porque allí juega el amor verdadero, allí muestras lo que eres". No sea que el retoque facial nos lleva al vacío existencial, que cobra víctimas en las cirugías estéticas, las adicciones, el suicido y los comportamientos compulsivos (sexuales, consumistas, ludópatas, etc.). Por eso, nos insiste el mismo Papa que "Jesús no quiere que te maquilles el corazón, porque él te ama así como eres y él tiene un sueño por realizar con cada uno de ustedes. Muéstrate como eres ante él. Cuando Jesús te mira no piensa en lo perfecto". No podemos ni debemos estar mirando a Jesús y -a la vez- tener un espejo mágico de narcisismo, con careta de payaso (riendo por fuera y llorando por dentro).

Esta manera de entenderse a sí mismo y entender las relaciones personales está introyectada en nuestra Iglesia; tanto que ha preferido durante años (siglos, quizás) defender su imagen en vez de sanarla, ocultar la verdad en lugar de vivir en ella, ningunear a las víctimas para no ver las propias lacras, practicar el mecanismo de defensa de la negación en lugar de ser evangelio viviente. Todo esto, no sólo no ha logrado parar la enfermedad, sino que ha logrado extender la infección, de tal manera que acabamos siendo igual que los que estamos criticando… cayendo -quizá- en esta denuncia de Jesucristo: “Hipócrita, saca primero el tronco que tienes en tu ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu hermano” (Mt 7,5).

Para entender los modos de proceder en el abuso sexual a niñas, niños, adolescentes y personas vulnerables debemos poner la mirada en cuatro frentes: las “víctimas” (primarias y secundarias), el “sistema” abusivo de las instituciones (con políticas esquizofrénicas entre los escrito y lo practicado), los “victimarios/as” (protegidos, trasladados, condenados o  “desaparecidos”) y la conciencia “colectiva” (información, formación e intervención). Pero primero, siempre, las víctimas, no la institución. Segundo, siempre, la reparación integral, no las consideraciones religiosas. Tercero, siempre, la conversión pastoral de toda la comunidad para sanar y crear relaciones sanas, teniendo en cuenta -no priorizando- todas las consideraciones legales y canónicas. 

Estamos llamados/as a salir a la luz, ser luz e iluminar a los demás…