"Miren que los envío como ovejas en medio de lobos: sean, pues, precavidos como la serpiente, pero sencillos como la paloma” (Mt 10,16)

Alguien dijo una vez que “el hombre es lobo para el hombre” (Thomas Hobbe), porque estaba comprobando que la ambición, la búsqueda del propio bienestar-placer-poder y el afán de dominación… podría conducir hasta el extremo de pretender eliminar al diferente o/y contrario. Por eso, somos espectadores o protagonistas de la violencia sistémica y global que nos invade, con víctimas concretas. Pensemos en las/os niños abusados, trabajo infantil, trato de personas, sicariato, guerra, refugiados, hambrunas, aporofobias, etc.

Hay varias alternativas frente a esta realidad: espectadores, cómplices, encubridores, actores o profetas. Quizá hay más alternativas adosadas a la mediocridad y a la ceguera... Pero, un seguidor de Jesucristo no puede quedarse en la “globalización de la indiferencia” (Papa Francisco), al preocuparnos por otras cuestiones más urgentes y más propias, y -por lo tanto- menos arriesgadas y menos cuestionadoras.

Cuando una persona se toma en serio el compromiso de respetar, cuidar y proteger la vida y la dignidad de los demás, pone en riesgo la suya, como nos han mostrado Francisco de Asís, Oscar Romero, Ghandi, Rutilio, Alejandro e Inés y toda la gran comunidad martirial de Jesucristo, que “arriesga la vida por el Evangelio” y la entrega por los más débiles, vulnerables, descartados y “menores”. 

Quizá sea más sencillo buscar argumentos para desdramatizar la evidencia, justificar los errores o defender lo nuestro (incluida nuestra institución y “status quo”)... Quizá tengamos que rebajar las exigencias del Evangelio para no llegar a posibles extremos de “perder para ganar” en lugar de enceitarnos para estar siempre arriba del agua de la realidad… Quizá debamos hacer caso al miedo de ser “blanco de críticas o descalificaciones o anulación”, y tengamos que comernos las palabras y silenciar la verdad de los que sufren… Quizá estaríamos mejor sublimando los sufrimientos, endosando la responsabilidad a la divinidad o buscar culpables en los poderosos, en lugar de asumir la corresponsabilidad y la interdependencia como desafíos urgentes en un mundo interconectado por el Evangelio y por la violencia… Quizá debamos quedarnos mirando una pantalla para no mirar las lágrimas contenidas de las víctimas…

Pero si alguien tiene la ocurrencia de vivir con mediana integralidad el Evangelio, debería asumir “que los envío como ovejas en medio de lobos: sean, pues, precavidos como la serpiente, pero sencillos como la paloma” (Mt 10,16).