La depresión por el pasado o la ansiedad por el futuro podrían convertir a la vida consagrada en una cárcel de sentimientos o en una nebulosa de deseos, que impiden el crecimiento humano integral y la opción discipular de la fe adulta. Esta realidad se podría complicar ante la evidencia de los casos ocultados de abusos, alienaciones o frustraciones, que institucionalizan las relaciones antievangélicas simétricas y asimétricas de nuestros ambientes comunitarios.
Cuando la evangelización pierde espiritualidad se convierte en apologético adoctrinamiento, que se confunde con “abuso de conciencia”. Si nuestras relaciones comunitarias -amparadas en el voto de obediencia- pierden espiritualidad estamos propiciando los “abusos de poder”. En caso de que el cosmos afectivo pierda espiritualidad y esté contaminado con frustraciones y compensaciones, estaremos facilitando los “abusos sexuales”. Si sobrevaloramos la `visualización` y el testimonio pierde espiritualidad, acabaremos por usar los sacramentos y la religiosidad para el “abuso espiritual”…
Para ser del todo humanos debemos presentar batalla a la “vocación de las entrañas” del poder, prestigio y placer… que nos conduce a la manipulación de los demás, la justificación de la propia conducta y a la normalización del abuso. Por el contrario, la “vocación del amor” que se manifiesta en la entrega, gratuidad y alegría de vivir, se alimenta de un estilo de vida conducido por el espíritu de Jesucristo, que nos ha llamado a estar “con él” y compartir “su misión”: “es la espiritualidad del cuidado”.
Desde antes de nacer, en las primeras etapas de la vida y durante todo el trayecto de nuestra existencia somos seres interdependientes, necesitados del cuidado de las personas que nos aman y que asumen la responsabilidad sobre nuestra vida. Por eso, la vulnerabilidad mutua, la interdependencia solidaria, la reciprocidad en la existencia y el acompañamiento del sentido de la vida… forjan la “espiritualidad del cuidado”, basada en el amor, crecimiento y plenitud de la otra/o y con la otra/o.
Cuidar y ser cuidados es el principio de la existencia; amar y ser amados es el fundamento de la salud integral; confiar y proteger es la misión del discípulo de Jesucristo.